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Pueblos aislados construyen su propia red de internet

MEXICO, D.F., 08 de Diciembre de 2013.- ¿Harto de esperar a que las compañías de teléfono amplíen su cobertura y ofrezcan una sólida conexión a internet? Los expertos en tecnología creen que ya no es necesario aguardar: con la nueva y barata tecnología consiguen que lugares aislados tengan sus propias redes de comunicaciones.

Hace un año, Talea de Castro, un pueblo de montaña de unos 3000 habitantes, no era más que otro de tantos miles pueblos de México. No había cobertura para teléfonos móviles, ni ninguna compañía de telecomunicaciones interesada en que la hubiera.

Los habitantes pagaban precios exorbitantes por hacer llamadas en tiendas locales propietarias de las escasas y caras líneas de teléfono. Las conversaciones con sus seres queridos en Estados Unidos eran breves ya que, a 1 dólar con 25 centavos por minuto, una sola llamada se tragaba gran parte de sus sueldos. Las abuelas que necesitaban dejar un mensaje no tenían otra opción que empujar sus rodillas desgastadas por las empinadas calles del pueblo.

Durante años, Talea de Castro había pedido un cambio a los gigantes de las telecomunicaciones. En vano: el pueblo era demasiado pequeño y alejado como para que la cara infraestructura de antenas de teléfono fuera rentable.

Así que, cuando Peter Bloom, coordinador general de Rhizomatica, propuso un aventurado plan para ayudar a los taleanos a construir su propia red de telefonía, los habitantes decidieron darle una oportunidad. «Al principio no teníamos ni idea de si funcionaría», admite Bloom. «La tecnología era muy nueva, así que les pregunté si querían experimentar con nosotros».

El experimento tuvo sus frutos. Al cabo de unos pocos meses, los pueblos mexicanos comenzaron a coordinarse para seguir los pasos de Talea de Castro. Por solo 2 centavos el minuto, los habitantes podían hablar con sus familiares en el extranjero. Y por 5 centavos el minuto, podían conectar sus llamadas con otros teléfonos en México. Las llamadas y los mensajes de texto entre usuarios de la red comunitaria son completamente gratuitas.

En muchos aspectos, la vida en el pueblo es, ahora, un poco más cómoda. Se puede pedir comida a un restaurante o llamar a los programas de radio para opinar. Y los agricultores se sienten más seguros, sabiendo que pueden pedir ayuda si se lesionan en el campo. Ahora, estar en contacto con la familia en el extranjero ya no es un lujo.

Una propuesta descabellada

Bloom cree que el «aspecto revolucionario» de esta red es la tecnología barata y novedosa. La red se construyó con una estación base recientemente desarrollada, cuyo costo fue de 5000 dólares. Esta estación proporciona cobertura en un radio de varios miles de kilómetros alrededor del pueblo, y desvía las llamadas externas a través de una conexión a internet. En un principio, la empresa constructora prestó el equipo a la comunidad, pero una vez convencido del éxito de la red, el pueblo lo compró.

Otro aspecto clave fue el trapichear con las normativas, no con la tecnología. Para construir una red de telefonía celular, no solo es necesario el equipo que envía y recibe las llamadas por onda áerea, sino permisos de las autoridades para utilizar esas ondas. Estas licencias, llamadas «del espectro», son propiedad de las mismas compañías de telecomunicaciones que no quieren crear redes en pueblos aislados.

No obstante, Bloom encontró la excepción: una diminuta licencia del espectro que los reguladores gubernamentales no habían vendido. Rhizomatica les pidió una concesión de estas frecuencias aéreas para ubicar redes de comunicación comunitarias sin ánimo de lucro. Gratis, ya que Bloom les explicó: «no queremos una lucha de subastas contra el hombre más rico del mundo».

Se refería a Carlos Slim y, para sorpresa de todos, el regulador accedió.

Rhizomatica posee ahora una licencia del espectro de dos años. «Nuestra idea y esperanza es que cuando demostremos que esto funciona, obtengamos una licencia de verdad», añade Bloom, que riendo continúa: «todos creen que estamos locos, pero también lo creyeron al principio», cuando pidió una licencia temporal.

Otra onda

En otras partes del mundo, los expertos están evitando el problema de las licencias del espectro construyendo redes caseras a través de WiFi. En la mayoría de países, no se conceden licencias para la red inalámbrica, por lo que es posible crear pequeñas redes en bares u oficinas. Como las señales de WiFi decaen a partir de varios metros, las grandes empresas de telecomunicaciones no ven en esta frecuencia una amenaza comercial.

Pero con la ayuda de equipo casero, como las «cantenas» (antenas construidas con latas) y routers modificados, la señal de WiFi se puede concentrar y ampliar a varios kilómetros. Es decir que, un pueblo entero puede conectarse inalámbricamente con sus propios smartphones o computadoras. Y creando una cadena de dispositivos WiFi, una de estas redes puede acceder, además, a conexiones de internet hasta a 50 kilómetros de distancia.

Esto es exactamente lo que hizo Nicolas Echaniz, un programador de Quintana Libre, una población de apenas varios centenares de habitantes, en el centro de Argentina. Cuando se mudó allí con su novia, hace algunos años, «estaba completamente desconectado de internet». Echaniz continúa: «Incluso la cobertura móvil era escasa. Tenía que lanzar mi celular al aire para enviar un SMS».

Pero Echániz, un idealista práctico que ha vivido en ecoaldeas durante 15 años, vio la oportunidad de construir una especie de internet cooperativa: él creó enlaces en la red de internet más cercana, y compró una sencilla conexión, suficientemente potente como para abastecer a 70 familias. Los usuarios compartían los bajos costes.

En Argentina, donde el gobierno regaló computadoras portátiles a todos los niños de la escuela pública, es normal que los aparatos puedan conectarse inalámbricamente. Quintana recibió casi 300 computadoras para los niños , lo que facilitó que incluso familias pobres pudieran invertir una pequeña cantidad en la conexión a internet. Como la cobertura telefónica en el pueblo es tan mala, los habitantes se llaman a través de servicios VoIP gratuitos en la red local.

Desde el éxito de Quintana, Echaniz y otros muchos otros han trabajado conjuntamente bajo la supervisión de Altermundi, para enseñar a pequeñas comunidades argentinas a construir sus propias redes comunitarias.

Bloom se está expandiendo, también: «Tenemos una larga lista de pueblos interesados en unirse». De hecho, desde el éxito de Talea, ya ha conectado a la red varias aldeas nuevas.

Pero también insta a quienes no están conectados a que lo hagan ellos mismos: «No esperen y háganlo. La mayoría de lugares del mundo no tendrán cobertura debido a las grandes empresas. Pero si la gente toma estas herramientas, disponibles y bastante baratas, podrá conectarse por cuenta propia. Nada se lo impide”.

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