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LETRAS DESNUDAS

09 Octubre 2015.

Mario Caballero

9611019627

EL CONFLICTO DE LOS CHIMALAPAS

Lo lamentable de los problemas agrarios en los Chimalapas es que el asunto no es sólo de tenencia de la tierra y límites geográficos, sino abarca también aspectos políticos como la falta de gobierno y medidas enfocadas a acabar con los años de violencia, cerrazón y derramamiento de sangre.

No puede escapar al sentido común que la criminalidad en ese territorio chiapaneco es consecuencia de la indiferencia gubernamental. Los gobiernos pasados fueron quienes de alguna forma instituyeron la violencia. Y jaqueca de la vida misma es que en estos momentos de zozobra económica y social que se vive no sólo en el estado sino en todo el país, grupos de forajidos oaxaqueños se encaprichen en tener lo que por derecho no les pertenece, y que en el absurdo saquean el producto del trabajo de los chiapanecos a quienes asesinan en el peor de los casos.

Sin temor a equivocaciones de percepción estas bandas de delincuentes han sabido aprovechar el desinterés de las autoridades chiapanecas para enfrentarse a punta de balazos con los dueños legítimos de esas tierras que ellos afirman son de su pertenencia. Y lo hacen con tanta saña, así tengan que matar o morir en el intento.

ALGUNOS HECHOS

La lucha por la tenencia de la tierra de los indígenas de los Chimalapas es muy antigua. La historia habla de que las comunidades de lengua zoque resistieron con valor y estoicismo la afrenta sanguinaria de la colonia española, que en el año de 1687 -después de una gran rebelión en Tehuantepec, Oaxaca- compraron a la corona un total cercano a las 900 mil hectáreas, pagando los títulos de propiedad en jícaras repletas de oro.

Es por eso que en lengua zoque este hecho histórico es recordado con el nombre de Chimalapa, que significa Jícara de Oro. Sin embargo, estos títulos nunca han sido respetados por las compañías cafetaleras, ganaderas y madereras que han saqueado los recursos naturales, provocando con ello graves conflictos socioeconómicos y la pérdida de cientos de vidas por el derecho de usufructo.

Dicho problema sigue hasta nuestros días y sin que nadie haga algo por frenar la increíble ola de asesinatos y saqueo desconsiderado. Y los episodios violentos suscitados en los años recientes muestran hasta qué punto se han venido complicando. Veamos nada más lo ocurrido en el año 2005, cuando al realizarse un conteo territorial diecisiete comunidades del municipio de Cintalapa aparecieron registradas con claves del estado de Oaxaca.

Empero, eso no fue lo delicado. Al darse a conocer los resultados del conteo se desató un golpe de furia en contra de los chiapanecos, que a pesar de que las autoridades de Chiapas aún estaban presentes en el lugar la barbarie no se contuvo. Y estos al ver lo cruento del asunto, huyeron del lugar dejando en el desamparo a las miles de familias que los oaxaqueños golpearon sin piedad ni consideración: arrasaron con mujeres y niños por igual.

Al día siguiente, dos o quizás tres medios de comunicación hablaron al respeto. No trascendió para bien del gobierno pablista. Y ese es solo uno de tantos incidentes. Pero lo peor ha sido casi siempre para los ejidos Gustavo Díaz Ordaz y Rodulfo Figueroa, donde los oaxaqueños deambulan con machete en mano infundiendo el miedo e incitando las rivalidades.

El 4 de noviembre de 2011, pobladores de Rodulfo Figueroa vio entrar a la comunidad a un grupo armado. Momentos después de haber sido vistos se da a conocer la noticia de que el señor Jorge Humberto Luna Salinas, hombre del campo y jefe de familia, había sido secuestrado por esa misma banda.

Jorge Luna aparece días después con claros signos de tortura. Y según su propia versión sus captores lo torturaron para dar el mensaje a los colonos de que si seguían resistiéndose a entregar sus tierras serían castigados con la misma crueldad.

¿CÓMO RESOLVERLO?

Resolver el conflicto no es una tarea fácil porque para ello se requiere de mucha sensibilidad política, acuerdos entre las autoridades de ambos estados, muchas mesas de reconciliación, la implementación de alguna comisión que se encargue del asunto de tiempo completo y muchísimas horas para sentarse a discutir el fondo y trasfondo de la problemática, pero sobre todo se necesita de ganas de querer hacerlo.

Tal vez se necesite de muchas cosas más. De cualquier forma, estos son algunos de los factores que por negligencia, olvido o valemadrismo -por qué no decirlo-, soslayaron nuestros gobernantes sexenio tras sexenio.

Nada sencillo. Pero es claro que de llegar a una solución por un lado se les estaría haciendo justicia por la vía de la legalidad a los verdaderos propietarios; por el otro, se le pondría fin a una etapa de impunidad y llena de terror, se acabaría con la incertidumbre de que en cualquier momento alguien pueda ser asesinado a machetazos o a tiros en la entrada de su casa.

Es por eso que el gobernador Manuel Velasco Coello debe de dejarse de onanismos mentales y prestar mayor atención al conflicto de los chimalapas. Su prioridad debe ser procurar un arreglo que extermine de una sola estocada el trance, desde la raíz, no una que lo mantenga en reposo y recobrando fuerzas para explotar de un momento a otro y con peores consecuencias, y que después resolverlo considere adoptar medidas más crueles y dolorosas.

 

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