Por Jaime Arizmendi
*México, más de 25 Millones de Menores Sufren Agresiones
*Violencia Sexual, Psicológica… en la Familia, en Escuelas
*Foro en Senado por Víctimas de Violencia
Argonmexico / Infancia, asunto de todos… México tiene casi 39 millones de personas menores de 18 años, y 63 de cada 100 (más de 25 millones), sufren agresiones físicas y psicológicas; pero no denuncian: por temor al agresor, exposición pública, estigmatización, desconfianza en las autoridades, desconocimiento de sus derechos o por la ausencia de mecanismos disponibles y accesibles para reportar y pedir ayuda.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) indica que en el mundo las poblaciones de menores se encuentran expuestas a diversas formas de violencia de manera diferenciada a lo largo de su vida, y en los múltiples contextos en los que se desenvuelven: escuela, comunidad, instituciones de cuidado, incluso en el hogar.
Para Carmen Gabriela Ruiz Serrano, académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, el abuso infantil se traduce en acciones cometidas contra menores de edad, perpetradas en distintos escenarios. “En el abuso físico, psicológico, sexual, omisión de cuidados y negligencia, existe una relación con sus más cercanos; es decir, la familia o la escuela.
Alerta que ese tipo de abusos afecta su desarrollo biopsicosociocultural. Sus impactos se incrementan cuando es generado por personas cuidadoras o por quienes tienen un vínculo cercano, puntualiza la experta en Trabajo Social a propósito del Día Internacional contra el Maltrato Infantil, que se conmemoró el 25 de abril.
Además, “hoy en día enfrentamos un fenómeno que cruza otro tipo de violencias vinculadas con elementos de carácter estructural: la movilidad humana, la cual no representa una violencia per se, sino las condiciones en las que se dan esos traslados”.
En México, “tenemos una situación compleja en la que niñas, niños y adolescentes transitan acompañados o no. Ello los coloca en condiciones de riesgo para ser captados por grupos criminales o vivir algún tipo de vulneración de sus derechos”.
Destaca que otros tipos son la renta de vientres, cuando antes del nacimiento sus cuerpos y vidas son vendidas. También la explotación sexual o elaboración de material de abuso sexual infantil (antes llamada pornografía infantil), lo que inhibe su desarrollo, garantía al esparcimiento, educación y a vivir en un contexto libre de abusos.
Datos de Unicef revelan que en México seis de cada 10 niños y niñas han manifestado haber vivido algún tipo de abuso y que han sido expuestos, por ejemplo, al abuso corporal; pero esto está anclado también a prácticas culturales, donde la violencia adultocéntrica tiene un papel importante.
Y es que en la cultura mexicana prevalece en mucho la idea de que “un golpe a tiempo, es un mecanismo eficiente de disciplina”. Erradicar este tipo de prácticas es una aspiración, “porque como sociedad no hemos comprendido que esta acción no transforma el comportamiento de manera consistente”.
Los factores estructurales, el tejido comunitario, tienen un papel relevante para inhibirlas al no circunscribirse a lo doméstico o familiar, pues abarcan escenarios sociales. La vejación en la niñez promueve comportamientos violentos a nivel social y genera afectación de carácter neurobiológico, como parte del estrés crónico al que se exponen, y experimentan una transformación en su arquitectura cerebral.
La experta afirma: el cerebro crece en 90% de su capacidad durante los primeros seis años de vida, y si está expuesto de manera permanente a la violencia y al abuso, se inhibe sustancialmente su capacidad empática. Entonces, la niña o el niño no sólo pega porque le pegan, sino porque existe una transformación en su arquitectura cerebral”.
“La violencia sexual contra la infancia es una mancha en nuestra conciencia moral”, acusa la Directora Ejecutiva de Unicef, Catherine Russell. “Esta violencia inflige traumas profundos y duraderos, a menudo causados por personas que los niños y las niñas conocen y en quienes confían, y en lugares donde deberían sentirse seguros”.
En los entornos frágiles –como aquellos con instituciones débiles, fuerzas de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas o un gran número de refugiados desplazados por crisis políticas o de seguridad–, las niñas corren un riesgo aún mayor, pues la incidencia de las violaciones y los abusos sexuales durante la infancia se sitúa ligeramente por encima de 1 de cada 4 casos.
“Los niños y las niñas de entornos frágiles son especialmente vulnerables a la violencia sexual. Estamos asistiendo a horribles actos de violencia sexual en zonas de conflicto, donde la violación y la violencia de género se utilizan a menudo como armas de guerra”.
Según los datos, la mayoría de los casos de violencia sexual en la infancia se producen durante la adolescencia, con un repunte significativo entre los 14 y los 17 años. Los estudios muestran además que los niños y niñas que sufren violencia sexual son más proclives a padecer abusos repetidos. En este sentido, la implementación de intervenciones específicas durante la adolescencia es crucial para romper este círculo y mitigar las consecuencias a largo plazo de esos traumas.
Las supervivientes suelen arrastrar el trauma del abuso sexual hasta la edad adulta y corren un mayor riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual o de caer en el abuso de sustancias, el aislamiento social o trastornos mentales como la ansiedad y la depresión; además de tener dificultades para forjar relaciones sanas.
Ante una baja autoestima subsiste una permanente amenaza que da inestabilidad emocional y puede provocar ansiedad, depresión u otros trastornos. Con frecuencia, son niñas y niños etiquetados como problemáticos quienes son expulsados de los escenarios escolares. Las familias no quieren que sus hijos o hijas interactúen con ellos porque son violentos.
Esta lucha no debe conocer de colores y trascender mucho más allá de los egos personales, de intereses partidistas y de personas que prefieren medir el termómetro político antes de actuar, previno Laura Esquivel Torres, presidenta de la Comisión de Derechos de la Niñez y de la Adolescencia, en el “Foro Legislativo por las niñas, niños y adolescentes marcados por la violencia”.
En ese encuentro celebrado la semana pasada, senadoras, senadores y grupos de la sociedad civil se comprometieron a implementar políticas y tomar acciones para cambiar la realidad de millones de niñas, niños y adolescentes que hoy son víctimas de la violencia en nuestro país. A construir leyes y crear políticas públicas que verdaderamente ayuden a terminar con estos problemas.
Coincidimos. Como sociedad se debe brindar a las y los menores de 18 años ambientes de crianza cariñosos, respetuosos y seguros, ello nos fortalece como humanidad; lo contrario, conduce al consumo de sustancias prohibidas y enfermedades. En nuestro país se tiene la Ley General de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. El tema es aterrizarla. ¡Sea por ellos, sea por todos!…