Alfonso Grajales
Hoy me levanté de malas. Ni modo. Vengo a escribir con el hígado. No lo hago como periodista y menos como un experto en el tema, porque no lo soy.
Hoy expresaré mi muina como un ciudadano común y corriente. Porque ya chole de ver cómo los políticos se inventan cada cosa para distraernos, como si el “peludaje” fuera tonto.
Resulta que ahora quieren cambiar el escudo de Chiapas. ¡Sí, carajo! El escudo. Como si el problema del estado fuera una palmera y dos leones mal dibujados.
El escudo existe desde que los españoles usaban calzones bombachos y los chiapanecos todavía no sabíamos que nos iban a estar fregando seis siglos después. Y ahí está, firme, sin pedirle nada a nadie.
Pero no, a los diputados les dio comezón de “modernidad” y ahora quieren “descolonizarlo”. ¡Descolonizarlo! Si no pueden ni con los baches y ya quieren corregir al rey Carlos I.
Mira, si de verdad les quita el sueño la corona del escudo, que empiecen por quitarse las coronas de soberbia. Porque lo que molesta no es la herencia española, sino la impunidad mexicana. Y de esa no dicen ni pío.
Según los genios del Legislativo, esto es un “tema de identidad”. ¿Identidad de quién, o qué? Si ni los propios diputados saben a qué distrito representan. Andan más perdidos que un turista en Zinacantán.
Y todavía tienen el descaro de proponer consultas “ciudadanas”. Sí, cómo no. Consultas de las que ya traen la respuesta escrita en la servilleta del desayuno.
Mientras tanto, la realidad es otra. Hospitales sin medicinas, maestros sin sueldo, carreteras que parecen campo de batalla y comunidades que siguen sin luz, pero eso sí, con nuevo escudo. ¡Fíjate qué chingón!
No se engañen, esto no es por amor a Chiapas. Es por amor al protagonismo. Les encanta ponerse al brinco con lo simbólico, porque lo real les queda grande.
No es casualidad que cuando no saben gobernar, se les ocurre cambiar colores, logotipos y nombres. Les fascina pintar paredes porque gobernar de verdad les queda muy grande.
Y ahí los tienes, discutiendo si los leones deben ir mirando a la izquierda o a la derecha, mientras el pueblo sigue valiendo madre en los hospitales.
Eso sí, dicen que el escudo nuevo va a tener “energía transformadora”. Ajá, sí, y yo todavía tengo “dientes de leche” y mollera de “pichi”.
Pero mira, el problema no es el escudo. El problema son los que se creen dueños del lienzo. Los que se sienten artistas del poder cuando en realidad son unos buenos para nada. Y mira que ya es decir mucho.
Yo no defiendo un dibujo. Defiendo la historia. Defiendo la poca identidad que nos queda entre tanta simulación.
Porque los símbolos se respetan. No se usan como cortina para tapar la podredumbre que ya huele a madres.
Así que, mis queridos diputados y políticos, si de verdad quieren dejar huella, háganme el paro y pónganse a trabajar. No se pongan creativos con lo que no entienden.
Y si les da flojera resolver los problemas reales, pues ni modo, váyanse a chacharear, pero dejen el escudo en paz.
Porque lo que Chiapas necesita no es un escudo recién diseñado, moderno y brillante. Lo que necesita es que dejen de hacerse “pijijis” con lo que sí importa.
Y si de plano no pueden pues esfúmense, que Chiapas no está para andar aguantando a creativos con fuero.
Nos leemos pronto.
ESPINACAS
Por Popeye
No habrá luz ni medicina,
pero sí un nuevo escudo…
Y aunque el pueblo se lastima…
¡el diseño quedará picudo!
¡SECO EL ELOTAZO…!