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SEXO Y MÁS SEXO, QUE LA VIDA VUELA

26 Febrero 2014.

Por Carlos Morán/ Edición para internet

Escribir de sexo, ya no es “mi fuerte”, como se dice en el argot popular. Los años me han enseñado que quien más usa de este ingrediente es porque menos inteligente es, pero como mi chamba es escribir historias le comparto esto que resumí de un encuentro con una confidente. Procure no buscar a los protagonistas porque perderá su tiempo y solo alimentará su morbo. Mejor disfrútela.

Rocío y Alonso hacían el amor cuatro veces por semana de manera in interrumpida durante casi nueve años: (200 veces al año aprox. Multiplicado por 9 años de relación estable me da un total de 1800 coitos consumados) diez más, diez menos, da igual. Pero si es importante el total para efectos de logística y entender mejor el “conflicto” de este relato. En esta cifra ya hemos restado autoexploraciones compartidas, de Alonso, cópulas arruinadas a último momento por una llamada telefónica, el llanto del niño, un calambre, o un ataque súbito de risa. (Esas cosas pasan) imprevistos que entrarían en la categoría de simple manoseo o preludios abortados. Eso sí, sin tener en cuenta el tiempo perdido por enfermedades, enfados, la época pre y post parto en la que Rocío estuvo indispuesta, y las noches con partidos de fútbol importantes o muy emocionantes. Se puede decir que su vida sexual no había sido tan mala, incluso yo diría que no estaba nada mal. Por fortuna se seguían deseando aunque últimamente estaban inmersos en un aburrido y peligroso bache.

Es cierto que habían tenido malos momentos. Es cierto que había un par de separaciones menores (una achacable a un “affaire” de ella, otra a uno de él, pero ambos incidentes muy al principio de la relación) y típicos conatos de ruptura atravesados que arruinaban el promedio. Pero luego –como la naturaleza es tan sabia, y afrodita tan generosa cuando quiere- durante los años buenos y las apasionadas reconciliaciones recuperaban lo perdido con creces. Y como quiera que se llamara el sentimiento que los unía, había logrado que superaran la metamorfosis casi total en su relación partiendo desde: larva de pareja amistosa con derecho a revolcón semanal pero sin compromisos a los 17 años, pasando por noviazgo formal con convivencia, y terminando en unión de pareja estable con cachorro insoportable a bordo. Se puede decir que se amaban, y si no se amaban por lo menos se soportaban con bastante dignidad y se divertían juntos. Lo cual es bastante en los tiempos que corren de corazones solitarios y entrepiernas efervescentes ¿O no?

En nueve años habían fornicado de todas las maneras posibles probables e imaginables. Excepto el salto del tigre que tiene su base desde el armario, y eso porque el de ellos era empotrado, no sobresalía de la pared…si no… Al menos eso pensaban ellos que compartían entre otras cosas un carácter bastante apasionado, una lujuria afín; que quizás unida al atractivo físico y admiración mutua, y un par de gustos comunes importantes era lo que más pesaba y los hacía pensárselo tres veces a la hora de no mandarse a la “chingada” cuando alguno de los dos fallaba. Bueno y también un poco el renacuajo, no nos digamos mentiras. Eso une también. Los niños son como los perros, uno con el tiempo les va cogiendo cariño, se vuelven uno más de la familia.

Lo habían hecho al principio de la relación con torpeza y ternura como todo par de novios que se las dan de empalagosos y decentes mientras se seducen: caricias de noviecitos tímidos, “pose misionera” y muchos besos temblorosos. Rostros enrojecidos por el éxtasis, y porque aún no hay tanta confianza. Y frases súper originales como: “Mi vida te amo”. “O dale, dale, dale duro papi, no pares” justo al final cuando se acercaban al orgasmo. Que los orgasmos de ellos eran bien frenético contado, debido al ímpetu de su juventud y al lustre de cualquier amor cuando aún es nuevo y la rutina no ha empezado a echar raíces.

Luego como era de esperarse se fueron degradando y lo hicieron en moteles de medio pelo, en el rancho de algún amigo, en paseos, en la universidad, en fiestas en casa de amigos, en casa de sus padres. (En la cama de sus padres, fantasía bastante “heavy” de Alonso). Después ya solos y una vez independizados en su pequeño apartamento le hacían siesta hasta a un café para poder retozar juntos de una manera mucho más salvaje: por la mañana, a medio día por la noche, al despertarse, al levantase, en el baño, en la cocina, en el sofá, en la ventana desnudos, de pie mirando hacia la calle desde la sala y con las luces apagadas. Sobre un petate, en el pasillo, bañándose, en el carro, en el baño de City Pub,. Y de todas las formas imaginables: apareamiento anal, cópula mañanera, doble penetración con la ayuda de un pepino verde de 19 x12. cm. Juegos transgresores estéticos del tipo: Él le afeita su partecita a ella, y ella los huevos a él. En fin que los primeros años no se aburrió la parejita. Incluso en una noche de fiesta (en una bodega del Club de Leones) y locura lo hicieron delante de un grupo de parejas amigas que estaban igual de emparrandados que ellos: eso si cada orificio conyugal con su respectivo apéndice masculino oficial, juntos pero no revueltos, y con la luz apagada. Se puede decir que esa fue la única vez que se atrevieron con algo semejante al sexo en grupo, lo más parecido a una orgía que habían compartido en su vida como pareja sexualmente inquieta y curiosa.

Se habían masturbado de manera mutua infinidad de veces, y por separado otras tantas: mientras hablaban por teléfono o chateaban, cuando alguno de los dos no estaba en la ciudad o tenía que viajar por los motivos que fuera. Habían grabado un puñado de videos, tomado fotos en tanga de hilo dental, “cacheteras”, sin sostén con sostén, sin tanga, en la bañera, con el hermoso culo moreno de Rocío levantado en forma de pompa, con el aparato reproductor de Alonso mostrando sus mejores galas…. Con Rocío en bola haciéndose la dormida, Rocío desnuda en el ranchito, en la playa, en una calle desolada. Fotos ginecológicas con primer plano de los labios menores y mayores. Otras en forma de “performance” caracterizado él como policía, como bombero, caracterizada ella como muchacha de servicio, enfermera picarona, con ligueros y camisa de hombre, en plan garganta profunda con la boca “llena de amor”, dejando constancia audiovisual de todo su repertorio de poses, felaciones, cunnilingus, “borde de cama” “perrito” “sesenta y nueve” “la rusa” “la cubana” “el helicóptero” y todo el rosario de posibilidades que se pueden copiar del kamasutra, de la red, de películas X, y de las leyendas urbanas que circulan de forma infaltable en cualquier conversación informal para gente sin prejuicios y sexualmente activa. Eso sí, ninguna foto subida al “face”, como lo que hoy ocurre con tanta niña de apellido conocido.

El niño de ambos tenia siete años, fue deseado y lo amaban. Según se me acaba de ocurrir, fue concebido en el agua en un viaje al Caribe. Y después de muchos esfuerzos sus respectivas vidas profesionales empezaban a producir buenos resultados. No tenían mucho dinero, pero eran buenos trabajadores, estaban progresando y tampoco se puede decir que vivieran mal. Salían a comer a algún restaurante de moda al menos dos veces al mes, otras tantas a reuniones con amigos o algún bar, iban a cine a menudo y les sobraba para darse caprichitos pequeños y en fin, su vida era armoniosa y digamos que afortunada, como la de pocas mujeres.

Pero desde hacía unos meses algo no andaba bien, él se venía quejando de la rutina, de que estaba todo tan cronometrado, tan planificado y tan acartonado que la intimidad estaba perdiendo toda su espontaneidad y amenazaba con reducirse a un compromiso más como la de los padres de Alonso. La chispa, ni el descaro, y el desenfreno que un día los unió se estaba yendo de viaje. Pensaba Alonso que su vida sexual se había “afresado”, y que si eso hubiese sido así desde un principio, él no habría dado el paso jamás…que no veía por qué eso tuviera que cambiar de una manera tan radical por el simple hecho de ya tenerse “atados” el uno al otro. O de haber llegado a la tercera década los dos. Era absurdo, si eso era lo que les esperaba, él no estaba dispuesto a renunciar a los placeres eróticos por mucho que amara a Rocío, habría que buscar un terapeuta, un sexólogo, un exorcista, un veterinario, al indio chamula… lo que fuera, pero el sexo aunque fuera con artefactos seguiría siendo parte primordial de su vida.

Rocío le decía que exageraba, que esto sucedía porque ahora el niño había crecido y ya no tenían la misma privacidad que antes; que ya eran más maduros, que había muchas responsabilidades por separado de cada uno en sus agotadoras jornadas laborales, que uno va cambiando…que eso no tiene nada que ver con el amor, que lo importante es el cariño, el proyecto vital en común, que esos son ciclos, etapas que se van quemando… que ella lo amaba igual o más, pero que ya no sentía las mismas ganas…o más bien sí, pero no le alcanzaban las fuerzas ni el tiempo. Total, esta conversación empezó a repetirse con más frecuencia de lo esperado, y pasó de un momento a otro a ser la mayor fuente de conflictos, y discusiones muy por encima de cualquier otra diferencia cotidiana como por ejemplo quién tenía el monopolio sobre el control remoto del televisor, o la equidad en el dinero que cada uno ponía para las deudas y pagos, el salpicar la tapa del excusado por parte de Alonso, o no bajar la basura jamás por parte de Rocío. Pequeñeces cotidianas que nunca tenían el nivel de odio, fijación o importancia como lo que el alejamiento íntimo y coital les estaba causando.

-¡Hoy tampoco quieres Rocío!….pero si esta mañana me dijiste por teléfono cuando me llamaste para disculparte por la pataleta de anoche que nos íbamos a desquitar… y a ahora me sales con que estás cansada-…

-Alonso, mi amor, tengo sueño. Esta mañana era cierto, quería, pero tuve una tarde horrible en el trabajo, estoy exhausta, se me están hinchando las tetas, estoy acalorada, me duele la cabeza, me va a llegar el periodo o no sé qué diablos me pasa, será estrés…Y tu hijo ha estado esta noche insoportable, antes de que llegaras…tú crees que porque yo salgo antes del trabajo, llego a casa a descansar…¡¡¡Noo Alonso!!!, te equivocas. Intenta entenderme por favor-.

-No, si yo te entiendo amor, y sabes que siempre que tengo tiempo, aquí nos repartimos las tareas por igual. Pero entiéndeme tú a mí, ya son varios meses en la misma dinámica, y yo no tengo ninguna intención de jubilar mi pajarito con treinta y pico de años nada más.

-Déjalo ya mi vida, anda, no seas enojón que nadie va a jubilar a nadie… ¡exagerado!…ven y te hago una mamadita rápida y nos vamos a dormir ¿sale?

Ante un argumento tan sólido y categórico como este conozco muy pocos hombres que sean lo suficientemente valientes, incorruptibles y coherentes para ser capaces de atreverse a continuar una discusión por importante que sea, y no sucumbir ante una propuesta tan interesante desde el punto de vista placentero… Esa propuesta anestesia y aplaza hasta el más cabrón de los momentos. Alonso se hizo el loco, se quedó callado y se dejó hacer…

Entre favores de Rocío para calmarlo, entre mamaditas por complacerlo y mamaditas por compasión, que no estaban mal, todo hay que decirlo, pero que ya aburrían, Alonso iba perdiendo la paciencia. Hasta que un viernes en el que se encontraban como dato curioso de muy buen humor, y el niño estaba pasando el fin de semana con los padres de Rocío en Tuxtla Chico, aprovechando que hacia un tiempo espantoso, llovía a mares y pronosticaban lluvias para todo el fin de semana decidieron afrontar la situación. La pareja sin tener planes para ir a ningún sitio, de repente se encontró con la casa para ellos solos, y de forma insólita el tedio mutó en una especie de purificación. Empezaron a sacar todo lo que tenían represado, medio en broma pero con algo de mala leche también. Y con ayuda de un par de botellas de vino, -todo hay que decirlo- la cosa fue subiendo de tono y en sinceridad.

Alquilaron un par de películas de alto contenido erótico, dónde las explosiones de semen, créanme no faltaban. Compraron más vino para el resto de días y pidieron comida a domicilio. En teoría era un bache, y todo iba a volver a recuperar su antiguo ritmo frenético. No había excusas esta vez… Se empezaron a besar, se acariciaron de forma desesperada, se pusieron “a punto”, y justo en el momento de “iniciar”, se dieron cuenta que algo no funcionaba, que no había aliciente, que era el momento de sentarse a hablar seriamente como la pareja madura que creían ser.

-Rocío…hay alguien más. No temas, no soy un energúmeno, puedo comprenderlo. -No, no hay nadie. –contestó Rocío tapando su bello cuerpo desnudo con el edredón. -Entonces…ya no te gusto lo suficiente, no me amas igual…vamos mujer eso puede pasar ¿es eso? -No Sergio, no es eso, sabes que te adoro, no sé qué me pasa, no logro “crear ambiente” con la misma facilidad.

La bonita y rosada erección de 78 grados que había conseguido Alonso con las caricias, se había desmayado como por arte de magia hasta dejar su miembro en un deprimente estado de reposo invernal. Sergio se metió resignado también dentro de las sábanas y replicó como para sí mismo: -Siempre he oído hablar de la rutina y esas sandeces, pero pensé que éramos suficientemente inteligentes para evitarla, que no éramos tan estúpidos como para dejar que la pasión se acabara…contéstame nena ¿te sigo gustando, me sigues deseando?

-Alonso, yo te adoro, te deseo, me gustas, te admiro, pero no sé qué putas pasa. -Nena, tomémoslo con calma vale, te voy a preguntar algo con la mayor tranquilidad y buena voluntad, y espero que me seas absolutamente sincera ¿durante este último tiempo has pensado en hacerlo con otra persona…no sé, platónica, de la tele, o del trabajo, ex novio yo que sé…lo has fantaseado al menos?

-Sí, pero no es una obsesión, es inconsciente. A veces simplemente me descubro soñando o fantaseando con alguien, y me da como coraje, como un poco de vergüenza y rabia conmigo misma. Se supone que debería estar llena contigo, canalizarlo contigo pero…estamos tan bien que…No lo entiendo.

-Bueno, bueno, tampoco te crucifiques, yo desde que empezamos hace nueve años a veces también he pensado, soñado y fantaseado con amantes del pasado, compañeras del trabajo e incluso amigas tuyas…pero eso no significa que no te ame, es decir, puedo pensar en hacerlo con otra mujer posible o con Eva Méndez, no en plan fijación, más bien inconsciente o fantasioso. Pero tal vez entre el distanciamiento que hemos tenido, el poco tiempo que nos queda para vernos últimamente, la calentura reprimida con la que vivo, no sé… mierda, últimamente me sucede más, supongo que es normal ¿no?

En eso venia pensando yo, mientras manejaba solo de regreso a casa después de ir al supermercado… en qué historia se me ocurría para contarles hoy. Finalmente durante los quince minutos de trayecto tejí y grabé en mis pocas neuronas útiles el borrador más o menos de lo que les he contado. Sin embargo antes de pensar en un final, ya llegando al clímax del el relato llegué a casa y la inspiración se me detuvo en seco al mismo tiempo que apagué el motor.

Ahora pasaré sólo a especular sobre un final… ¿por qué todo tiene que tener un final?

Yo creo que Rocío y Alonso hacen una pareja maravillosa, me gustan los dos. Son jóvenes, inteligentes, bastante centrados y maduros, poseen un sentido del humor que ayuda mucho a sobrellevar los problemas, se ve que se aman de verdad. Comparten curiosidad erótica y van a salir de su bache de apatía y frialdad. Si se animarán a ir o no, si es buena idea o no que vayan a curiosear a un bar sin límites, aunque respeto mucho la intimidad de mis criaturas, sobre todo cuando tengo pereza de darles un final.

Sin embargo para no ser tan cortante, quisiera pensar que después de ese sincero, cálido y calenturiento diálogo que tuvieron y donde los dejamos, se pegaron un maratón de sexo intenso como en sus mejores épocas. Que así siguieron el sábado y el domingo (era fin de semana y puente recuerden y, estaban solos) encerrados en la habitación, desnudos, acurrucaditos, levantándose tan sólo para ir a mear, para recibir la comida a domicilio: tomando vino y cogiendo como locos, y el cielo encapotado afuera de la ventana tocando una sinfonía constante de gotitas sólo para ellos. Hasta que ya el lunes, con el pubis adolorido, ojerosos y cansados por tanto exceso decidirían al fin que era lo mejor para solucionar su problema.

Me encanta pensar que eso sucedió, pero ¡ay, amigos y amigas, no se fíen, la vida y la felicidad son tan efímeras, la alegría casi siempre tan oscura, tan desconcertante el precio que hay que pagar a menudo… que, ¡vaya uno a saber!

Eso sí, le sugiero que si usted es un machito bien puesto o cristiano, y se va a echar una canita al aire, pues que se la echen los dos (o sea ambos). Así nunca habrá ni traicionados, ni verdugos: ni vencedores ni vencidos. Ustedes pueden imaginar otro final, a mí me gusta este, imperfecto, impredecible. Como la vida misma.

 Para comentarios escríbeme a morancarlos.escobar@gmail.com

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