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LETRAS DESNUDAS

17 NOVIEMBRE 2015.

MARIO CABALLERO

 MATAR EN EL NOMBRE DE DIOS

Cuando hayan transcurrido los meses sagrados, matad a los asociadores dondequiera que les encontréis. ¡Capturadles! ¡Sitiadles! ¡Tendedles emboscadas por todas partes! Pero si se arrepienten, hacen la azalá y dan el azaque, entonces ¡dejadles en paz! Alá es indulgente, misericordioso. Corán 9:5.

Se ha recrudecido la violencia del Estado Islámico, un grupo terrorista que le ha demostrado al mundo de lo que es capaz, causando el espanto de la comunidad internacional y provocando el regreso del país estadounidense al campo de operación militar en Irak desde el verano del año pasado después de haberse retirado en el 2008.

El Estado Islámico, surgido en el 2002 por el antiguo traficante de drogas afgano Abu Musab Al Zarqaui, al parecer quiere establecer el califato en sus términos fundacionales y expandirlo por los cuatro rincones del planeta hasta cumplir la profecía del Corán de la victoria del Islam sobre Roma, así se tenga que matar a muchísima más gente.

Después de los atentados de París el yihadismo no puede entenderse como una religión -porque sus actos de barbarie lo rebasan por completo-, sino como una secta que desde la invasión de Mosul, el 5 de julio de 2014, el líder del Estado Islámico, Abu Bakr al-Baghdadl, la fundó en el califato.

El territorio que hoy ocupa el Islam es mayor que el del Reino Unido y el dominio militar lo tiene desde el centro de Irak hasta el interior de Siria. Cuenta, además, con provincias reclamadas en los paises de Libia, Paquistán, Afganistán, Argelia, Nigeria y Egipto.

El califato gobierna sobre 8 millones de personas, a quienes les cobra impuestos e impone leyes. Lo interesante -lo lamentable- de esto es que dicha gente está dispuesta a morir con tal de cumplir los preceptos del primer Islam, el rechazo a la paz, la expansión del califato por la vía de la violencia, el exterminio de los apostatas (200 millones de musulmanes chiítas) y el mando sobre la vida privada. Y las penas para quienes violen «la sharia» incluyen la decapitación, lapidación, mutilación y crucifixión.

Hasta hace no mucho tiempo el yihadismo no podía ser comparado con el Al Qaeda que, compuesto por células independientes, ataca en distintas partes del mundo mientras el Estado Islámico siempre focalizó su guerra dentro de sus límites territoriales, dejándose ver como un terror local.

Pero con los atentados del viernes en París, los de un día antes en Beirut y lo del avión ruso derribado en Egipto, indica que la visión del terrorismo islámico está traspasando las fronteras que se trazó en sus inicios para hoy decirle al continente europeo: «¡Aquí estoy, guapo!».

¿Por qué matan los yihadistas? Es la primera pregunta que se debe responder. Aunque ya no es tiempo para adentrarnos en temas de hermenéutica o de interpretación del Corán, el significado que le da el Estado Islámico al «yihad» es incorrecto porque nunca ha significado «Guerra Santa» con miras a imponer o propagar el Islam en todo lugar. De hecho, denota exactamente lo opuesto: En lugar de ser el instrumento que justifica la guerra, es la medida aplicada para conseguir la paz por medio de la resistencia a la agresión injusta.

De tal manera, son infundadas las matanzas en el nombre de Dios. Tal como lo proponen estos señores.

La segunda, ¿cómo frenar el terrorismo islámico?

Está comprobado que enfrentar la violencia con más violencia nunca tendrá resultados bondadosos, verbigracia, el combate al narco mexicano que ha acabado con decenas de miles de vidas en los poco más de nueve años que van de su duración. Empero, ¿de qué otro modo se puede acabar con la guerra yihadista que pasó de declarársela a Siria, primero, y luego a Irak, para ahora irse sobre una potencia de Europa y amenazar a Estados Unidos con destruir Washington si no cesan los ataques?

Inmediatamente después del atentado de París, el presidente de la República francesa, Francois Hollande, dijo: «Francia está en guerra». Y en los días recientes, líderes del G-20 anunciaron la decisión de combatir al Estado Islámico, pero sin abundar en detalles.

¿Será acaso posible negociar por otras vías que no sea la de la agresión con un fanático religioso decidido a matar porque así lo manda dios y porque está totalmente convencido que haciéndolo lo convierte en un mejor hijo, o en un mejor padre o esposo? Seguramente, no.

Nunca he estado de acuerdo con el uso de las armas para resolver los conflictos, sin importar del tipo que estos sean. Y mucho menos lo estaré con el derramamiento de sangre. Pero hasta el momento no existe otra medida para hacerle frente a la «guerra santa» de los yihadistas.

Sin embargo, dado lo insostenible del asunto, el terrorismo islamislámico tiene que acabar por el método que sea y lo más pronto posible para que las pérdidas no se vuelvan invaluables.

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