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LETRAS DESNUDAS

23 noviembre 2018

MARIO CABALLERO

TODO EL PODER EN MÍ

Sinceramente me había prometido no hablar ni conjeturar profecías sobre el futuro gobierno. No al menos por el momento. Y mucho menos comentar sus errores, fracasos y ocurrencias, éstas últimas inútilmente anunciadas como políticas públicas. Sin embargo, las propuestas formales que ha realizado el presidente electo en días recientes, en parte ya leyes aprobadas, no pueden ni deben pasar inadvertidas.

Andrés Manuel López Obrador es ineludiblemente el presidente electo más activo de la historia. A partir de su triunfo el 1º de julio, ha ido mostrando sus cartas y trazando el marco de su gobierno. Su estrategia para los próximos seis años parece bastante clara. También sus dudas y debilidades, por supuesto. Y, a decir verdad, aunque sus críticos han reforzado las razones para desconfiar de sus apuestas, el tabasqueño sigue parado en una firme popularidad.

Líderes de opinión, investigadores y politólogos han venido demostrando la falta de legalidad y certidumbre de sus procedimientos, como la consulta popular sobre el nuevo aeropuerto, pero los votantes que lo apoyaron en la elección no le han dado la espalda. Al contrario, se les ve dispuestos a perdonarle sus yerros y premiarle el cambio, así se trate nada más de los símbolos. A través de esa consulta podemos darnos cuenta que tras la victoria de cancelar el proyecto de Texcoco, su base de apoyo se ha ensanchado. Debemos entender y aceptar que López Obrador despierta una enorme esperanza en los mexicanos.

Empero, a contrapelo de la confianza que hay en él, los preparativos que ha hecho estos meses para iniciar su mandato envían señales inquietantes.

Más allá de que su gabinete esté integrado por muchos ex priistas, por gente acusada de lavado de dinero, de tener nexos con el crimen organizado, de dirigir grupos dedicados al secuestro o que haya estado implicada en escándalos de corrupción, parece que AMLO se perfila a destruir el viejo e imperfecto modelo de república federal, con sus instituciones, Estado de Derecho y autonomía en los estados, para atraer todo el poder a un solo lugar: él.

Tener el control de todo en su solo sitio es lo que los expertos en política llaman República Centralista. Creo que las bases de este gobierno serán la nueva Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, aprobada hace pocos días por la mayoría de Morena en el Congreso de la Unión, y la divulgada reforma constitucional para dar al Ejército total responsabilidad y mando único en el manejo de la seguridad pública.

El objetivo de ambas es centralizar las decisiones, como en los tiempos de Díaz Ordaz y Luis Echeverría. Es cuestión de tiempo, quizá, para que nuestra policía de todos los días sea militar.

PARA ENTENDERLO MEJOR

La nueva ley crea la figura de los delegados federales únicos en los estados, los “superdelegados”, que son nombrados por el presidente de la república y que le reportan sólo a él, del mismo modo que los secretarios de Estado.

En esencia, los superdelegados se encargarán de supervisar el uso y destino de los recursos federales, que vienen siendo en promedio un 85 por ciento de los ingresos estatales. Además, cada uno tendrá bajo su mando varios subdelegados regionales, que en total serán trescientos en todo el país, tantos como el mismo número de distritos electorales.

Admito que el fin primigenio es encomiable: evitar a los intermediarios que siempre se quedan con gran parte de los apoyos, porque a partir de que inicie el régimen lopezobradorista el superdelegado y el subdelegado se responsabilizarán de que la inversión llegue en cada lugar y a las manos de quienes la necesitan. Es, digamos, una estrategia contra la corrupción.

No obstante, tiene sus bemoles. Porque cada superdelegado tendrá muchas funciones para bajar programas sociales a los estados, contarán con su propio gabinete a nivel estatal, pues estarán facultados para nombrar representantes de cualquier secretaria federal. Además, serán secretarios técnicos de seguridad a pesar de carecer de conocimientos en la materia y de no haber pasado los controles de confianza requeridos.

En resumen: la nueva Ley de la Administración Pública Federal permitirá la creación de un poder político, administrativo y financiero que competirá con el poder de los gobernadores, donde los superdelegados los vigilarán, controlarán, espiarán, formarán sus propias clientelas políticas y, paulatinamente, les ganarán las elecciones.

Por otro lado, modificar la Constitución para militarizar la seguridad pública tiene una razón de peso. Ante la guerra contra los cárteles de la droga quedó evidente la incapacidad e inoperancia de las policías estatales y de la federal para combatirlos. Aunada la complicidad con los capos y la infiltración de operadores del narcotráfico que tanto filtran información para sus jefes como controlan los cuerpos policiacos a base de sobornos y dádivas.

La creación de la Guardia Nacional busca, en parte, fortalecer la seguridad pública con soldados y marinos que harán las funciones del policía común. También agregar la técnica, el adiestramiento, la disciplina, la honradez y el honor de las fuerzas armadas en el combate al crimen organizado. Acabar, pues, con la corrupción.

Esto implica la existencia de 266 unidades en todo el país. En sus consejos locales estarán integrados los superdelegados y los subdelegados políticos de la federación. Es decir: dinero y armas en un mismo lugar.

Pero ¿será bueno establecerla constitucionalmente?

La idea de crear una Guardia Nacional no es nueva, pues ya había existido en México. Fue creada en 1846 por el general José Mariano Salas, quien fue presidente durante cuatro meses. De acuerdo a la Ley de la Guardia Nacional promulgada en 1848, sus tareas eran defender la independencia de la nación, sostener las instituciones, conservar la tranquilidad pública y hacer obedecer las leyes y las autoridades establecidas por ellas. Algo muy parecido a lo que propone López Obrador.

Benito Juárez la utilizó para combatir las fuerzas externas y en contra de los conservadores en la Guerra de Reforma, el resultado final fue la instauración de la República. Después de eso se quedó en estado de emergencia para preservar el orden. Quien la eliminó, no por ley sino de facto, fue el presidente Porfirio Díaz. La decisión la tomó al ver que la Guardia Nacional era utilizada por los gobernadores para sus propios intereses.

Por lo tanto, dicha figura existe todavía y está contemplada en la Constitución de 1917, en la Ley del Servicio Militar y, otra vez, en la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, pero no hay una ley que la sustente. Es por eso que el presidente electo habla de legislar un marco legal que organice, regule y establezca las funciones de dicho grupo.

Empero, utilizar las fuerzas armadas en tareas de seguridad ha traído resultados desastrosos, como violaciones a los derechos humanos, ejecuciones arbitrarias, violaciones sexuales, entre otros, además de que no han conseguido reducir la violencia en México y los homicidios siguen aumentando.

TODO EN EL CENTRO

Como se percibe, tanto la nueva ley como la posible creación de la Guardia Nacional, son dos maneras complementarias de ocupación del territorio desde el centro del país, desde la Presidencia misma. La primera es política, financiera y administrativa; la segunda, militar y policiaca.

No se recuerda un proyecto de centralización desde los tiempos de Díaz Ordaz, y López Obrador tiene sin lugar a dudas la legitimidad, popularidad y el poder para concretarlo.

No creo que concentrar todo el poder en sí mismo sea la solución a la crisis que enfrenta México, ni para construir un gobierno eficiente. Ojalá los que pensamos así estemos equivocados. Y ojalá que al futuro presidente le vaya bien en su mandato, porque a todos nos iría bien.

Las señales son preocupantes, es cierto, pero llegó el momento de que todos le demos el beneficio de la duda.

PARA MAGDALENA

Fue un éxito la Expo Chiapas Jaguar 2018. Por primera vez en la capital del país se abrió un espacio para los artesanos, artistas y productores chiapanecos. Sin duda un logro importante del senador Eduardo Ramírez, un hombre orgulloso de sus raíces que se coordinó con el gobierno de la Ciudad de México y contó con el respaldo de figuras importantes de la política nacional para mostrarle a todo el país el enorme potencial de lo que se produce en Chiapas. Genial… ¡Chao!

@_MarioCaballero

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