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LETRAS DESNUDAS

31 octubre 2018.

MARIO CABALLERO

¿QUIÉN CONTRA EL MÉXICO DE UN SOLO HOMBRE?

Es cierto: preocupa el sentido maniqueo con que Andrés Manuel López Obrador percibe a la oposición. Quienes lo cuestionan, quienes dudan de las maravillas que presagia la Cuarta Transformación, quienes critican las decisiones que está tomando, quienes denuncian los efectos de las políticas que se pondrán en marcha, son para él conspiradores de la democracia. No sus enemigos –dice-, sino los enemigos del pueblo.

El presidente electo defiende con garras su derecho a polemizar. Nadie está en contra de eso. La verdad nadie quiere ni votó por un presidente amordazado. Aunque sería mucho mejor verlo debatir. Lamentablemente, lo que siempre sale de su boca no son argumentos que intenten desbaratar la opinión de sus adversarios, sino un intento de destruirlos moralmente.

Hace pocos días alguien advirtió sobre los posibles costos de la consulta del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, y de inmediato recibió el iracundo improperio de López Obrador. Es decir, quienes anticipan los costos de sus juicios son deshonestos. Vendidos. Huertistas. Fifís. Dice que sus críticos lo son porque “han sido comprados por los enemigos del cambio verdadero”.

Tristemente, hay una legión de morenistas que opera desde las redes sociales y otros medios de comunicación que se ocupan de linchar a los opositores de AMLO. Basta con que él lo señale y pronto se soltará el enjambre de sicarios verbales para insultar, agredir y desprestigiar al enemigo de la patria. Pero sin duda el presidente electo es el difamador en jefe.

Pero lo más preocupante es lo que esa descalificación, que lleva a López Obrador a dividir a los mexicanos en patriotas y traidores, pueda provocar en su gobierno. Porque una vez que asuma el poder ¿quién se atreverá a siquiera susurrarle sus errores? ¿Quién lo confrontará con malas noticias? Creo que hasta el fanático más férreo preferirá vivir en el engaño a ser reprendido por el presidente.

También es alarmante que detrás de su intolerancia a cualquier tipo de censura, esté el enorme poder que ha acumulado. Tiene el control de la Cámara de Diputados y la de Senadores, donde los legisladores de Morena son mayoría. Así que no tendrá que negociar con los otros partidos. Podrá crear nuevas leyes, modificar otras y eliminar las que no sean de su conveniencia, y lo peor es que nadie se lo impedirá.

¿Dónde quedó la oposición? ¿Quiénes son los contrapesos del poder? ¿Los hay?

NI IZQUIERDA, NI DERECHA

Si hacemos un ejercicio de memoria veremos que Morena es algo similar a lo que fue el PRI de los sesentas, setentas y ochentas: un partido todopoderoso que manejaba a su antojo las instituciones, las riquezas de la nación, tenía hegemonía en el Congreso, en los estados e imponía sus caprichos, desde el más insignificante hasta el más asqueroso.

Hace ya mucho tiempo que Plutarco Elías Calles fundó el Partido Revolucionario Institucional, y lo hizo bajo los principios que le dieron vida a la Revolución mexicana. La plataforma política de aquel PRI recogía los intereses de la sociedad y hasta fue reconocida como una de las más progresistas de América Latina. Desde sus estatutos promovía la participación de las masas en la reconstrucción del país y la correcta distribución de la riqueza, ejes con los que con el paso de los años el pueblo de México recuperó la paz y se encaminó rumbo al desarrollo.

En la época que nace el PRI el fascismo golpeaba las más poderosas naciones de Europa. Ese caudillismo imperialista encabezado por Mussolini en Italia, Franco en España y Hitler en Alemania, provocó la destrucción de la vida y la dignidad del hombre, la muerte de millones de personas y una migración masiva. Pero el PRI marcó la diferencia al no sumarse a esos reprobables movimientos y al impedir que éstos se desarrollaran en el país. Por esa actitud el partido de Calles fue considerado como garantía de equidad, progreso y bienestar. Consiguió la autonomía política que México tanto necesitaba.

Pero ese PRI ha muerto. Incluso el Nuevo PRI. Difícilmente podrá olvidarse la corrupción que llevó a la primera dama a construirse un palacio (Casa Blanca), a Javier Duarte a tratar con agua a niños con cáncer, a Roberto Borge a vender a precios de risa terrenos de una reserva natural a su familia; tampoco la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y la estafa maestra.

Dado el desprestigio y hartazgo que inspira en la sociedad, el priismo no tiene ninguna posibilidad de ser oposición. Su capacidad numérica en las legislaturas no da ni para bloquear una calle, mucho menos una iniciativa de ley. En este momento la voz de los priistas es igual a nada.

En ese mismo camino está el PRD, que en este preciso momento no tiene figuras políticas importantes, ni una plataforma ideológica sólida, ni representatividad popular. Si algún día significó un avance para la democracia o llegó a ser el organismo que agrupara las históricas corrientes políticas de izquierda, eso quedó en el pasado.

Hoy ni siquiera sus fundadores permanecen en la militancia. Las luchas internas por el poder, la corrupción de sus gobernantes (aquí en Chiapas tenemos a Pablo Salazar y Juan Sabines Guerrero, por ejemplo), la traición y el alejamiento del partido con la sociedad, son los principales factores de su fracaso como alternativa política.

Por otro lado, su falta de congruencia y divisionismo no le permiten ser contrapeso en el poder. El PRD es, literalmente, un cero a la izquierda… de la izquierda política.

El PAN fue en sus comienzos un partido delirante, pues mientras simpatizaba con el fascismo también alentaba la democracia. Fue fundado días después del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Algunos de sus militantes no ocultaron su inclinación por el Eje y en 1942 aconsejaron al presidente Ávila Camacho a ser neutro en el conflicto. Otros fueron críticos de la política de asilo de Lázaro Cárdenas. Y por si fuera poco, muchos panistas albergaron prejuicios antisemitas.

Sin embargo, en ese primer lustro que coincidió con la guerra, los diputados del PAN introdujeron en la Cámara varias iniciativas de carácter democrático que no tenían precedente desde Francisco I. Madero y que tardarían al menos cinco décadas en convertirse en legislaciones o instituciones, como la integración de órganos electorales independientes del gobierno, la exigencia de membresías estrictas en los partidos políticos, la creación de una comisión federal de vigilancia electoral y un consejo del padrón electoral. Esa postura fue un cambio súbito en el partido.

Desde luego, el PRI hizo todo lo posible para cerrarle las puertas al panismo. El 2 de enero de 1946, el gobierno acribilló a decenas de panistas en la Plaza de la Constitución de León, Guanajuato, en un hecho parecido a la matanza de Tlatelolco. Pero el PAN siguió su marcha. Siguió mutando. Siguió denunciando el autoritarismo, los abusos de poder, la corrupción y participando en elecciones a pesar de que no ganaba nada, ni siquiera una presidencia municipal. Era –digamos- un partido testimonial aunque con fuerte convicción democrática.

Manuel Gómez Morín, su fundador y líder histórico, emprendió un movimiento por todo el territorio mexicano donde repetía una sola frase: “Hay que mover conciencias”. Y esa semilla fue germinando en liderazgos, en los panistas que poco a poco le fueron ganando terreno al PRI. Hasta que en 2000, año en que se inauguró la alternancia democrática en México, el PAN ganó la presidencia.

Fue una lástima que no pudiera cargar con el peso de su pasado, pues los doce años que gobernó el país toleró actos de corrupción como los del PRI y, al hacerlo, se destruyó a sí mismo. La poderosa oposición que logró conformar desde la derecha se perdió por su propia incapacidad, división interna y egoísmo.

UN PARTIDO: UNA POSIBILIDAD

Ahora, ante la casi desaparición del PRI, la nulidad del PRD y el triunfo de Morena (que tiene toda la cancha libre para hacer o deshacer lo que le venga en gana), el PAN es el único partido en posibilidad de ser el contrapeso que se necesita. Pero para ello tiene volver a sus inicios, reconstruirse, reencontrar su misión y adecuarse a los tiempos actuales. Tiene que garantizar pluralidad y transparencia. Abrirse a la sociedad y, especialmente, defender el legado democrático y liberal de Madero, así como cuando ni el PRI ni la izquierda creían en él.

Pero si no puede, no habrá nadie, mucho menos la prensa, que pueda contra el México de un solo hombre. ¡Chao!

@_MarioCaballero

 

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