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LETRAS DESNUDAS

06 Marzo 2018

MARIO CABALLERO

LA ÚLTIMA CARTA DE PEÑA NIETO

El presidente Enrique Peña Nieto está viviendo uno de los momentos más tensos de su gobierno. El PRI está en crisis, su administración cayó en un vórtice de corrupción irrefrenable, su “candidato ciudadano” es incapaz de llenar un cubículo y las encuestas vaticinan una derrota descomunal para su partido. Pero al parecer tiene una última carta bajo la manga. Sabiendo que no puede ganar en el terreno electoral, está llevando la batalla por la Presidencia al terreno judicial.

CORRUPCIÓN, SANGRE Y MUERTE

El Partido Revolucionario Institucional tiene 89 años de existencia y setenta y siete de gobernar el país. Ha sido fundamental para la construcción de las instituciones, el Estado de Derecho y lo que somos como ciudadanos mexicanos. Tuvo la aptitud y la capacidad política para superar conflictos bélicos y crisis económicas mundiales. No podemos negar que fue el PRI quien edificó a México desde los escombros que dejó la Revolución. Incluso fue considerado uno de los partidos políticos más importantes de toda América Latina.

Pero esa no es toda la historia. Detrás de ese supuesto orden e institucionalidad, el PRI fundó un gobierno basado en el imperialismo. Es decir, se mantuvo en el poder por más de setenta años ininterrumpidos estableciendo un dominio a través de la fuerza, influjos económicos y políticos abusivos. El PRI no sólo le dio identidad a la nación, también se sirvió de ella.

“A balazos entramos y los votos no nos sacarán”, es la frase que más se le recuerda al ex líder de la CTM Fidel Velázquez. Hubo un tiempo en que eso se hizo una máxima en el ideario político nacional. Nada ni nadie podía arrebatarle el poder al PRI.

El 2 de octubre de 1968, el PRI, a través de la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz, cometió uno de los crímenes más violentos y despiadados de la historia: el asesinato, detención y desaparición de varias centenas de estudiantes. Ese genocidio se conoció como La Matanza de Tlatelolco.

Ante ello no hubo la mínima muestra de arrepentimiento del régimen priista. Al contrario, se enorgullecía. “Por mi parte, asumo íntegramente la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política e histórica, por las decisiones del gobierno en relación con los sucesos del año pasado”, dijo el presidente el 1 de septiembre de 1969 durante su quinto informe de gobierno al Congreso. Nadie pagó por ese crimen. Y a pesar de la condena pública, la indignación de la sociedad y los reclamos de justicia que venían inclusive de organismos y gobiernos extranjeros, el PRI siguió en la Presidencia.

Durante la administración de Luis Echeverría se descubrieron grandes yacimientos de petróleo en el sureste de México, que el presidente José López Portillo decidió explotar. Eso condujo a un proceso acelerado de endeudamiento que para 1982 llegaba a los 59 mil millones de pesos, la inflación era del 90 por ciento y el precio del dólar había pasado de 24.50 a 57.20 pesos. Ahí fue cuando el mandatario dijo: “Defenderé el peso como un perro”, pero sucedió todo lo contrario.

Casi al finalizar aquel mandato estalló la crisis económica y López Portillo ordenó nacionalizar la banca. Y en plena crisis se dio a conocer la construcción de un complejo de cuatro viviendas propiedad de la familia del presidente que todos conocieron como “La colina del perro”. Aun con todo eso la presidencia quedó en poder del priista Miguel de la Madrid.

Uno de los lemas de De la Madrid fue “La renovación moral”, con la que prometía limpiar las dependencias y terminar con los funcionarios corruptos. Nada de eso pasó. El mandatario se dedicó a empoderar a los líderes de los sindicatos, armar grupos de choque, debilitar las instituciones y otorgarle beneficios económicos a las más altas esferas de la política, entre ellos el ex director de PEMEX Jorge Díaz Serrano y Arturo, “el negro”, Durazo.

El 19 de septiembre de 1985 sucedió uno de los terremotos más mortíferos de la historia de México. Según informes hubo un daño material por 8 mil millones de dólares, casi un millón de personas fueron obligadas a abandonar sus hogares y el Registro Civil contabilizó 3 mil 692 fallecimientos, aunque se presume que esa cifra está muy por debajo de la real. La Secretaría de Protección y Vialidad del D.F. sostenía que eran 6 mil 300 y la Comisión Pluripartidista daba un número de 9 mil 158 muertos.

Lejos de eso el gobierno priista fue indolente ante el dolor del pueblo. El presidente Miguel de la Madrid se presentó días después de ocurrido el terremoto. Llegó nada más para saciar su morbo, no para socorrer a los damnificados. Además, trató de ocultar la magnitud de los daños, anunció una reconstrucción que nunca llegó y no aceptó la ayuda humanitaria que le brindaban del extranjero. Esa administración no sólo quedó marcada por la corrupción y abusos de poder, también por la indiferencia. Al final, el PRI continuó gobernando desde Los Pinos con Carlos Salinas de Gortari, que ganó en un claro fraude electoral.

Antonio Gala decía: “Al poder le ocurre como al nogal, no deja crecer nada bajo su sombra”. Asimismo el PRI: no había poder suficiente en la tierra para destruirlo. Demostró que ni los terremotos, ni los asesinatos, ni la corrupción, impedían su larga vida. Y con tal de seguir gobernando el país era capaz hasta de matar a su propio candidato: Luis Donaldo Colosio.

LOS VOTOS NO NOS SACARÁN

¿Es diferente el viejo PRI al PRI actual? Para nada. Con la salvedad de que al haber una democracia más fuerte, mecanismos para un flujo de información más ágil e instancias más independientes e imparciales, el PRI de hoy es más criticado, censurado y está expuesto ante la vista de todos, y eso de alguna manera debilita su poder aunque no lo detiene.

Desde el punto de vista internacional, el gobierno de Peña Nieto es considerado como una administración vanguardista que ha logrado grandes avances en materia política y económica por las diversas reformas constitucionales. Pero desde un punto de vista más nuestro, desde las entrañas pues, conocemos que esas reformas se dieron bajo pactos en lo oscurito, la coerción, los chantajes y las complicidades.

Como ejemplo, la reforma educativa también la quisieron hacer los ex presidentes Ernesto Zedillo y Vicente Fox. No lo lograron porque Elba Esther Gordillo Morales se los impidió. Como lideresa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, se opuso, boicoteó y generó presión política desde las bases sindicales hasta en el Congreso de la Unión. Felipe Calderón no sólo no la intentó impulsar, sino además le entregó la rectoría de la educación a “la maestra” porque a ella le debía su triunfo electoral en 2006.

Peña Nieto podrá ser un gobernante torpe, corrupto, protector de criminales e ignorante, pero no es ningún tonto. Al saber que sus antecesores habían fracasado ante el poderío de Gordillo Morales, la persiguió políticamente, mandó investigarla, se armaron los expedientes judiciales, se instruyó la orden de arresto y la metió a la cárcel. Meses más tarde se promulgó sin ninguna dificultad la reforma educativa. Lo que “La Quina” fue para Carlos Salinas, Elba Esther lo fue para Peña.

Asimismo ha sucedido con otros líderes políticos y sociales, que al representar una amenaza a los objetivos del presidente y del PRI, terminaron encarcelados y muchos de éstos sin una defensa legal y algunos con una muy precaria o impuesta por el mismo gobierno. Ante la falta de argumentos políticos, la arbitraria aplicación de la justica. Así de simple.

Sólo así se entiende por qué el gobierno federal está investigando a Ricardo Anaya Cortés, candidato del Frente a la Presidencia de la República. O ¿por qué no lo investigaron antes sino hasta ahora que es un rival para el candidato del PRI?

Porque de ser un verdadero acto de justicia muchos priistas y funcionarios del gobierno federal serían ahora mismo sujetos a investigación o auditorías. Como Gerardo Ruiz Esparza, secretario de Comunicaciones y Transportes, que ha ejercido dinero público en la opacidad y que por su negligencia murieron dos personas en Cuernavaca, Morelos, al caer un socavón donde meses antes había sido inaugurado una supercarretera con una inversión de 2 mil 300 millones de pesos.

Es detestable que las instituciones del Estado, que deben ser de todos, estén al servicio del poder. Empero, es la última carta que tiene Peña Nieto que quiere ganar lo electoral en lo judicial. ¡Chao!

@_MarioCaballero

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