jueves , abril 25 2024

LETRAS DESNUDAS

01 Diciembre 2017

MARIO CABALLERO

PENAGOS

Nació en casa humilde. Su niñez y adolescencia pueden calificarse como violenta y austera. Violenta porque la vida se obstinaba por imponerle un destino sin oportunidades e inmerso en las carencias. Austera porque nunca gozó de privilegios ni de adornos ni de padrinos para salir adelante en un país donde ser pobre no es una característica, sino la esencia. Pero hoy el singular diputado Carlos Arturo Penagos Vargas disfruta como de una segunda vida, cuya larga sombra toca la esperanza de otros.

“Estoy sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas”, así empieza el primer cuento de El llano en llamas (1953) de Juan Rulfo. De manera emblemática, Carlos Penagos se sirvió de sí mismo para no sentarse a esperar a ver qué le deparaba el futuro, sino activó su imaginación para labrarse un camino cuando su familia cayó en una terrible crisis financiera en el lejano 1994.

Vivió en un hogar modesto anclado en el barrio San Roque de Tuxtla Gutiérrez. Es hijo del arquitecto Carlos Penagos y de la señora María Xóchitl Vargas, ella originaria de la ciudad de Tapachula. No eran ricos, pero tampoco pasaban pobreza pues el negocio de su padre daba para el sustento diario y para darse ciertos lujos de vez en cuando. Pero al llegar el final del salinato, etapa donde cientos de empresas a nivel nacional quebraron por la recesión económica y la devaluación del peso, las cosas cambiaron de forma drástica para la familia.

VIVIENDO EN ESTADOS UNIDOS

En ese momento, un jovenzuelo Carlos Penagos había sido enviado a Estados Unidos en un intercambio escolar. Aunque estudió la primaria y secundaria en escuelas públicas, por su buen rendimiento académico tenía frente a él la oportunidad de encontrar el éxito en “la tierra prometida” de este lado del globo. El objetivo era estudiar y dominar el inglés. Por ese motivo no pudo ayudar a sus padres en el sostén del hogar. Sin embargo, mientras su familia luchaba por mantener a flote el negocio, él sufrió necesidades en uno de los países más hostiles para los mexicanos.

Años más tarde de haber realizado ese lance, contó que había iniciado la empresa de estudiar en el extranjero con el apoyo total de sus padres, pero un día don Carlos le envió una carta en la que le avisaba que ya no tenían dinero para seguir cubriendo sus gastos. Obviamente, la noticia lo estremeció y entró en pánico. Algo por demás entendible para un muchacho que aún no alcanzaba la mayoría de edad. En los ruidos de la incertidumbre, él le respondió que no se preocupara, que buscaría los medios para alcanzar sus metas. Fue así que una noche, encerrado en su habitación, se prometió entre lágrimas no volver a su tierra como un fracasado.

Salt Lake City es la capital del estado de Utah, fundada por Brigham Young, Isaac Morley, George Washington Bradley y otros simpatizantes mormones, religión que Carlos Penagos profesa desde niño. Ahí vivió en la casa de unos amigos de sus padres, que lo aceptaron con la única condición de que también contribuyera con los gastos. Pero al verse sin el apoyo económico de antes, salió a las calles a buscar trabajo y lo que encontró fue un puesto de lavaplatos en un pequeño restaurante. El salario que obtenía era muy bajo, apenas suficiente para cubrir con lo más necesario. También fue cerillo en un supermercado.

El país más poderoso del mundo también es el país más complicado del mundo. Con leyes exigentes y muy rigurosas, incluso para los propios estadunidenses. Para continuar con sus estudios, Carlos Penagos tenía la obligación de obtener la visa de estudiante requisito sin el cual sus deseos de aprender el idioma inglés y estudiar el bachillerato quedarían truncados. El problema mayor no era la documentación, sino el costo de la visa, y él no tenía el dinero para cubrirlo.

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”, dice en el capítulo once del Evangelio de San Mateo. Con la confianza puesta en Jesucristo, apareció de repente en el camino de Carlos Penagos un buen samaritano. Le ayudó con los trámites, el papeleo y pagó el precio de tan anhelada visa. Así que aquel joven que pensaba que en cualquier momento podía ser deportado, se inscribió en una preparatoria de gobierno, la Hunter High School. De ahí en adelante le esperaban no días felices, sino de esfuerzo y dedicación. Tenía que trabajar para poder estudiar.

Cuenta Penagos Vargas que entraba a la escuela a las siete y media de la mañana y salía a las dos de la tarde. Iba a su casa a cambiarse de ropa y de ahí al trabajo, cuya jornada terminaba alrededor de las once o doce de la noche. Regresaba a su pequeño cuarto a realizar la tarea, lavar el uniforme, dormir un poco, para levantarse a las cinco y media de la mañana y empezar de nuevo la incesante rutina.

Si alguien conoce los términos de la cocción de la carne y del freído de las papas en el emporio de la hamburguesa más grande del mundo, es Carlos Penagos, que después de pasar largos meses fregando platos y cubiertos encontró una vacante en la cocina de una sucursal de McDonald´s. Sus ingresos mejoraron. Poco tiempo después, ya con un dominio pleno del inglés, logró relacionarse con otras personas que lo ayudaron a mejorar su situación. De esa manera llegó a ser intendente del aeropuerto de Salt Lake City, donde conoció a otros mexicanos y latinos que al igual que él habían tenido que luchar para llegar a ser alguien de bien.

Si de algo también está poblado el mundo, es de historias de discriminación y humillaciones que sufre la gente extranjera que vive en Estados Unidos. En muchas ocasiones, Penagos fue escupido y golpeado. De camino a la escuela o al trabajo le lanzaban agua o cualquier otro líquido para mancharle sus ropas. Aun así no dejó de lado su objetivo y continuó trabajando por alcanzarlo.

DE VUELTA A CASA

Amo la casa en la cual no veo nada superfluo y encuentro todo lo necesario, decía Benjamín Franklin. Carlos Penagos Vargas tuvo que regresar a Tuxtla Gutiérrez en 1998, ya que doña Xóchitl había enfermado de una hernia en la columna vertebral.

Lo primero que hizo fue instalar una pequeña empresa de venta de anillos de graduación. Retomó el oficio de joyero de don Jorge Penagos Gómez, su abuelo, dueño de la relojería y joyería La Violeta. La idea resultó un éxito y con eso pudo él ayudar con los gastos de la casa y costear parte del tratamiento de su madre. Al mismo tiempo, se inscribió en la carrera de Mercadotecnia en la IESCH y para pagarla dio clases de inglés en la Universidad Valle del Grijalva y en la Paulo Freire.

Al poco tiempo se casó con Maricarmen Fuentes Pariente con quien procreó a Carlos, Juan Pablo y Antonio. Con cierta estabilidad económica y con la responsabilidad de un hogar, incursionó en el negocio de la publicidad y los anuncios espectaculares, que poco a poco fue creciendo. Las relaciones públicas dentro del ámbito empresarial lo llevaron a conocer a Pedro Jiménez León, entonces secretario a nivel nacional del antiguo Partido Convergencia, hoy Movimiento Ciudadano.

Al integrarse a la militancia no pasó mucho tiempo para que Penagos se convirtiera en líder del Comité Municipal del partido, luego en secretario general y, finalmente, en dirigente estatal. Estando en esa posición fue invitado por el liderazgo nacional a ocupar una diputación plurinominal en la LXIII Legislatura en el Congreso del Estado de Chiapas.

En ese lapso conoció a Manuel Velasco Coello, que era líder del PVEM. Se hicieron amigos y un día platicando Velasco le contó su proyecto. “Si llego a gobernador, te invitaré a colaborar en mi gobierno”, le dijo. Y a Penagos que le gustaba escucharlo hablar sobre Chiapas y lo que podían hacer para resolver los problemas de la gente, le contestó que aceptaría con mucho gusto. A inicios de esta administración fue nombrado titular de la Secretaría de la Juventud, Recreación y Deporte.

Hoy, Carlos Penagos es diputado local por el Distrito I Tuxtla Oriente, y ya fue Presidente de la Junta de Coordinación Política.

¿PRESIDENTE DE TUXTLA?

Dice un dicho que todos los caminos conducen a Roma. Después de un largo trayecto se encontró con su verdadera vocación: la política.

¿Por qué le cuento esto? Porque Carlos Penagos se perfila como uno de los mejores postulantes a la alcaldía de Tuxtla Gutiérrez, y lo hace con resultados, una carrera limpia de escándalos y con el ejemplo del amor por el servicio a los demás. ¿Votaría por él? ¡Chao!

@_MarioCaballero

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

1 + uno =